Y aquí estoy, sentada, en un asiento cutre, en un pésimo lugar. Siento como el frío sacude mis pies, asciende hasta enrojecer mi piel. Mis manos, mis dedos, casi sin circulación. Morados. Al igual que cuando los sumerges en la gélida nieve.
Me fijo en un punto, lo mantengo. Es ella, ese redondel... perfecto. Ladeo mi cabeza. Anillos, de diversos colores. Noto esos giros, tal vez concéntricos. Diferentes dimensiones.
Y una vez mas, pierdo mi tiempo. Hundiéndome en el placer de contemplarla.
(Quién lo iba a decir...)
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